La importancia de proteger los ojos de los niños
La radiación ultravioleta del sol
produce, como en la piel, daños a corto y a largo plazo en la retina. Por ese
motivo, y porque a medida que se cumplen años ese daño se va acumulando, es
recomendable el uso de medidas preventivas como viseras y gafas de sol para
evitar la exposición solar.
Si para ir a la playa no hay dudas a
la hora de poner crema protectora a un niño por el riesgo de quemar su piel,
debería de existir la misma concienciación con los ojos, ya que estos no se
regeneran tras el daño y, por lo tanto, la laceración es acumulativa y se
convierte en un factor de riesgo para el desarrollo de diferentes patologías.
Puede provocar daños a corto plazo como
quemaduras solares de la córnea por la exposición directa, conjuntivitis
alérgicas relacionadas con el sol, maculopatías; y a largo plazo se ha asociado
el desarrollo temprano de cataratas o degeneración conjuntivales. Existen
diferentes patologías descritas bien por causas directas o relacionadas.
Asimismo, aunque aún no existe investigaciones
concluyentes, parece que los medios de su ojo son "más transparentes y menos
hechos", y eso podría permitir el paso de mayor radiación ultravioleta que
en un ojo adulto. Las principales recomendaciones son evitar la exposición
directa y las horas con más exposición de radiación, como es básicamente las
horas que comprenden el mediodía.
Se ha visto que los niños están tres
veces más expuesto al sol principalmente por sus hábitos diarios.
Por tanto, lo principal es llevar a
cabo medidas de prevención: evitar la exposición solar y mirar directamente al
sol, el uso de gorros, viseras y gafas de sol. Sobre todo, es recomendable el
uso de unas gafas de sol desde los seis meses.
El principal aspecto de seguridad
exigible a unas gafas de sol es que sus lentes protejan de los rayos
ultravioleta, lo contrario podría perjudicar gravemente sus ojos. Las lentes
oscuras favorecen que las pupilas se dilaten, por lo tanto, si éstas no filtran
los rayos UV en un porcentaje adecuado, entrarán más rayos y los exponemos a
posibles daños oculares que si no llevásemos gafas de sol.
Por eso, existen dos requisitos
fundamentales que son: que cumplan estrictamente con la reglamentación de la
Comisión Europea y un Filtro UV 400, que protege cerca del 98 por ciento de las
radiaciones de rayos UV. Para ello lo mejor es acudir a un establecimiento especializado
y, sobre todo, evitar las gafas de sol de juguete.
Una buena forma para saber cuándo
ponérselas al niño es hacerlo al mismo tiempo que cuando se pone la crema de
sol, para ello hay que tratar que el niño se sienta a gusto con las gafas y,
sobre todo, dar ejemplo al niño usándolas también los padres.
A la hora de comprarlas debe pensarse
en el niño, que cubran bien todo el ojo y que deje pasar el mínimo de luz
alrededor de los cristales; que la lente no dificulte la visión, no debe ser un
cristal muy oscuro; y el material debe ser flexible, resistente y que pese poco.
Además, se pueden elegir unas lentes polarizadas, que dan una protección
"extra" porque bloquean reflejos de superficies horizontales, evitando
fatiga visual.
A los niños no les resulta fácil
ponérselas, por eso es aconsejable que, dentro de unas gafas de calidad, sea el
niño el que elija las que más le gusten, porque cuando las eligen ellos las
usan más. Mientras, hay que rechazar acudir a tiendas que vendan gafas que no
son homologadas, aunque su imagen infantil pueda ser más atractiva para el
pequeño, ya que pueden hacerles todo tipo de daños, al no tener seguridad de
los filtros de las mismas.
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